El chorro milagroso
Unos dos meses antes del desastre, tuvimos algunas actividades familiares interesantes, entre ellas almacenamos alimentos, como frijol negro, arroz y otros granos. Eso nos dio mucha estabilidad en estos días de carestía.
Algo que también me lleno de asombro fue el chorro del jardín de nuestra casa.
Con el tiempo nos dimos cuenta de la magnitud del desastre. Y entre ellos, la ciudad se quedo sin los servicios básicos, como agua, luz y teléfono. Sin embargo, el chorro del jardín de nuestra casa, con el transcurso de los días, seguía fluyendo, hasta el punto de que la gente hacía cola afuera para llenar sus contenedores.
En estos casos siempre admire el corazón de mi madre. Jamás le vi una sombra de molestia por tener tanta gente afuera de nuestro hogar, en busca de este recurso. Y prohibió que ese chorro se cerrara, permaneciendo abierto por días o semanas, como una fuente para muchos. Recuerdo haber visto hasta personas de la Santo Domingo esperando su turno.
Este es uno de esos milagros que he guardado en mi corazón por mucho tiempo, que el agua tampoco nos falto.




