Terremoto 1976

El sismo tuvo una magnitud de 7.5 grados en la escala de Richter y se produjo a una profundidad de 5 kilómetros, cerca de la ciudad de Los Amates, en el departamento de Izabal, a 160 kilómetros al noreste de la capital Ciudad de Guatemala; en solo unos segundos un tercio de la capital quedó reducido a escombros y miles de edificios colapsaron; el terremoto se sintió también en Belice, El Salvador, Honduras y México. También se registró un gran número de réplicas, siendo las más fuertes las de 5,8, 5,7 y 5,2 grados.

 

Escrito & Ilustrado por Billy A. Rodríguez | Fecha:Febrero 2015|

 

Image 01La USAC

Hay varios aspectos que me impresionaron de la Universidad de San Carlos para el terremoto.  La primera,  es que tanto la Iglesia Católica, como la USAC tienen más poder en el país del que uno se imagina.

Censo

Lo primero que me toco hacer cuando volvimos a clases  fue participar en censar a una parte de la población, así como calcular metros cúbicos de materiales para remover.  

Era como un trabajo, recuerdo que fuimos a una parte entre la zona 6 y la zona 18.  Había tanto polvo, y era cansado, porque se caminaba mucho, sin agua ni trasporte.

Lo que pude reconocer en ese entonces, es que La San Carlos era la única organización que a mí me parecía que tenía control de lo que estaba haciendo.   A nivel nacional, la San Carlos contaba con mayor información que muchas otras organizaciones para planear los proyectos de reconstrucción.

Asociación de Estudiantes

Trabajando en estos proyectos también tuve la oportunidad de conocer al Presidente de la Asociación de Estudiantes.  El permanecía con nosotros en el campo, participaba de los diferentes proyectos de la universidad.  Fue sumamente triste para mí, cuando me entere de su asesinato.


Proyectos de Reconstrucción

San Lucas

Se nos asigno primero ayudar a reconstruir San Lucas.  Eran alegres los descansos, porque nos poníamos a jugar basquetbol en las canchas del parque.  Ahí jugué con los que un tiempo fueron mis enemigos.   Casi todos con los que estudiaba,  venían del Central, mientras que yo era uno de los pocos, si no el único que venía de Comercio.  Me encontré con los cuaches.   Eran famosos ellos porque jugaron para su institución. 

En ese tiempo no existían los grandes esteros para los autos.  Pero ahí mis compañeros se la ingeniaban para conectar una grabadora al carro a todo volumen para alegrar las chamuscas.  No había esperanza tampoco de electricidad.

San Bartolomé Milpas Altas

Luego de remover escombros y limpiar San Lucas,  con otros 4 estudiantes, nos toco construir una casita cerca del parque de San Bartolomé Milpas Altas.

Teníamos que viajar constantemente, hicimos con nuestras propias manos desde los cimientos hasta el techo de la casa.  Cuando terminamos la casita, recuerdo que una jovencita de la familia se quería ir a vivir con uno de nuestros compañeros.  Y por supuesto que ahí habían terrenos de Membrillo, durazno y manzana..  (que rico).

Algo que tampoco puedo olvidar de esos días, es que yo andaba con mi libro Jesús el Cristo de James Talmage.  En esas idas y venidas, lo termine de leer.  Y desde ese tiempo lo he leído quizás unas 5 veces.  Este libro fue fundamental para lo que vendría en mi vida.

Pidiendo jalón

En un regreso de San Bartolomé, me dieron jalón dos chavas.  Me imagino que eran de una clase económicamente mejor que la mía.  Porque para que en ese tiempo las chavas anduvieran en su propio auto, y estaban regresando de la Antigua o una área circunvecina es porque había poder económico.

Yo me sentía todo un albañil.  Con mi ropa llena de polvo de cemento.  Con mi cabeza amarrada, y cuando me di cuenta que eran chavas las que estaban en el auto, me preocupe un poco mas por mi apariencia.  (En qué condiciones me toco subirme aquí, pensé)

Platicamos en el regreso, me entrevistaron preguntándome ¿qué estaba haciendo por aquí?, y les conté que trabajando en un proyecto de reconstrucción como estudiante, dirigida por la Universidad de San Carlos. 

Intercambiamos teléfonos, les prometí llamarlas.  (Dentro de mí pensé, que las voy a estar llamando, si para hacer algo con ellas se necesita dinero, y es lo que yo no tengo).  El número telefónico a los pocos días paso a la historia.


Como a los ocho meses yo ya estaba empezando mi servicio misional en el Salvador.  Y dentro de las cartas que recibí, recibí una carta distinta.  Las chicas llamaron a mi casa preguntando por mí.  Mi mama contesto la llamada y les explico que yo estaba en el Salvador como misionero, y que estaría fuera del país por dos años.


De esta manera continuamos una amistad por carta.  Ellas siempre me recordaban como el chico rubio de ojos verdes.  (Rubio por el polvo pensaba yo, y de los ojos verdes por el contraste del cemento, ja ja ja)

Ojala que cuando tenga oportunidad de revisar mis diarios y mis recuerdos de la misión pueda encontrar sus nombres para buscarlas.  Me siento en deuda con ellas por su empatia, atención y su cortesía.