Instituto Adolfo V. Hall de Occidente
El año pasado, esta institución celebró sus 50 años de existencia. Nosotros fuimos de la septima.
Instituto Adolfo V. Hall de OccidenteEl año pasado, esta institución celebró sus 50 años de existencia. Nosotros fuimos de la septima.
Rómulo Aníbal Escobar Gomez, Es originario de Xela. Creció con su abuelito, el director del INVO por muchos años. Es uno de los pocos con los que puedo hablar de cosas infantiles.
Fuimos al mismo establecimiento cuando vivimos en Xela. Con el podemos hablar de las catacumbas, de King Kong, (Así le decíamos al director del establecimiento), de los maestros traideros, que preferían dedicarle tiempo al romance, que darnos clases. En el sexto año, si ese profesor nos dio tres clases fue mucho.
Lo poco que aprendimos fue de los maestros practicantes que llegaban del INVO.
Vivimos de todo, desde jugar juntos en esos lugares obscuros o catacumbas de los recintos escolares heredados de los católicos. Desde escondidas, canicas y trompos.
El establecimiento, como todos los de la época colonial, las aulas rodeaban el patio. El único acceso al patio eran gradas del lado sur y norte. Pero también uno podía correr y colgarse del dintel, y subir a puro ñeque. Yo me mantenía con mis brazos adoloridos y raspados por dichas actividades. Ir a dar la gran vuelta, era solo para los pocos hombres.
Sobrivimos las épocas de frió. Xela en aquellos tiempos amanecía congelada. Fue un mundo que jamás podrían imaginar otras culturas. Las demandas, los accidentes, y los seguros son millonarios por ejemplo entre los americanos. Hacen lo imposible para que nadie se resbale en una casaca de banano. Esos lugares los hubieran sellado para que no estuvieran al alcance de los niños.
Al terminar nuestra primaria todo cambio para nosotros. Digo nosotros, porque Rómulo, Alexis, Rufino y yo nos inscribieron en el Hall en un curso de preparación para poder superar los exámenes de admisión. Y así lo hicimos, ganamos los exámenes, con un costo alto, nuestras primeras vacaciones fueron asaltadas.
Con Rómulo, teníamos apenas 11 años. Y desde ahí, nuestra amistad viene. Recuerdo que con mi familia viajamos de Xela a Santa Ana el Salvador a una convención, y parte de la ropa con la que yo chilerie, Rómulo me la presto.
Cuando el se graduó del Hall, se traslado a la capital. Hasta hace poco me entere que llego a ser súper amigo de Tono, mi vecino de enfrente en Jardines de la Asunción. Las coincidencias de la vida, porque para esa época yo viví dos años en el Salvador.
El año pasado nos volvimos a encontrar. Recuerdo ese encuentro como uno de los más memorables que me ha tocado vivir.