Seminarios & Instituto
Escrito & Ilustrado por Billy A. Rodríguez | Fecha:Octubre 2015|
El Chino Sigüenza cuando era jovencito, generalmente llegaba para las vacaciones a la capital, para trabajar en algún almacén de la sexta avenida.
En ese tiempo era como mi hermano mayor. Lo buscaba porque era uno de los pocos jóvenes files en la Iglesia con el que me sentía bien y seguro para vacilar. La sexta fue parte de nuestra juventud, si no que lo digan las mixtas Frankfurt.
En las vacaciones antes de servir una misión, lo busque, y estaba pintando el edificio de Seminarios & Institutos para tener algo de dinero para ir a la misión, y siendo que teníamos la misma meta, termine trabajando con él y con Calin. (Carlos Arredondo )
Cuando nos toco pintar el exterior del edificio, había una parte que no podíamos alcanzar con la escalera. Al Chino se le ocurrió construir un andamio con lazos y con unas tablas. Y claro, por lo flaco a mi me toco probar aquella idea. Me tome de su brazo, y quise poner mis pies en la tabla, cuál no sería mi sorpresa que la tabla perdió su balance, y fue a parar al suelo con su respectivo ruido. Yo me quede colgando desde un tercer piso únicamente de la mano del Chino que estaba en la terraza.
Los que lo conocen, en aquel tiempo ya gozaba de mucha fuerza, participaba en campeonatos de karate y Judo a nivel nacional, y las competencias eran recias inclusive contra los cadetes de la politécnica.
Por el otro lado, yo crecí en una casa con acceso a todos los recursos de la familia, como árboles frutales. Desde niño estaba acostumbrado a treparlos. Cuando vivimos en Xela, andaba con los codos llenos de moretones, porque en la escuela me colgaba en el dintel del patio que estaba rodeado por corredores, y los subía a puro ñeque para no ir a dar la gran vuelta por las gradas de en medio. De ahí, partí para el Hall, y ahí se nos requería mantener una buena condición física.
Así que estar colgado de la mano del Chino más mi condición para poder trepar fueron determinantes para resolver aquel potencial accidente.
Ahora que lo pienso, no sé qué hubiera pasado si me hubiera caído desde esa altitud. Quizás hubiera muerto, o tal vez hubiera quedado paralitico, o quizás con algunos huesos rotos. La verdad que nadie lo podría determinar.
Lo otro que hubiera sucedido, es que quizás no hubiera salido a servir una misión. La cadena de sucesos truncados por un accidente a esa edad, hubiera sido numerosos.
Otra experiencia mas, que les comparto, donde Dios me mostró su mano salvadora.