Image 01Misión

El Salvador, San Salvador

Tuvimos el privilegio de servir bajo la dirección del Presidente Eddy L. Barrillas, en los años 1977/79, y hemos sido testigos de la obra de Dios en estas naciones.

Mi primer día en la Misión

Escrito & Ilustrado por Billy A. Rodríguez | Fecha:Febrero 2015|
Image 01Familia Rauda Feb 1977

Antes de salir

Después de acomodarme en mi nueva vida. Y con el deseo de hacer bien las cosas, estuve listo para salir con mi compañero.  Sabía que él me pediría la oración, por lo que ore con todo la intensidad que pude, para que ese día fuera inolvidable.

 

Mi primer contacto

Salimos, atravesamos el pueblo como que si fuéramos flechas. La constitución de mi compañero para caminar era asombrosa. Después de pasar por la carretera internacional, bajamos una ladera, para ese entonces mi compañero se había adelantado. Y en el descenso yo pude ver el patio empolvado de las casas humildes, y en una de ellas, había un niño como de tres años jugando.  Más tarde supe que su nombre era Daniel. Lo salude, y le pregunte por sus papas, al rato salió la mama.  Una jovencita, como de unos 20 años a lo más. Y observando que su hijo estaba hablando con un extraño se acerco a mí, era tan tímida que de otra forma jamás me hubiera visto a los ojos. Le pregunte por su esposo, al mismo tiempo que lo distinguía desde donde me encontraba. El estaba trabajando con una máquina de coser, hacia sombreros por encargo y acepto la invitación de hablar con nosotros. Para ese entonces, mi compañero se había detenido, y le hice señas de para que volviera.   El sorprendido no tuvo otra alternativa de regresar donde yo estaba, y le explique lo que había sucedido y acepto compartir nuestro primer mensaje con aquella singular familia.

 

El Espiritu Santo

Como a los dos días regresamos, el espíritu dulce que se sentía con ellos era especial, habían leído lo que les habíamos dejado, eran muy humildes, tímidos y reservados. En la segunda plática les presentamos un punto doctrinal sobre las condiciones de los niños que mueren siendo aun infantes.  Cuando mi compañero estaba enseñando este principio, yo sentí que deberíamos de invitarlos  para bautizarse.  Lo sorprendente del asunto, es que no solo yo tuve los mismos sentimientos, sino que mi compañero también.   Me volvió a ver y sin cruzar palabras aprobé con mi cabeza lo que debería de hacer.

Cambio la plática y los invito.  Eran tan fuertes los sentimientos, que ellos aceptaron sin ninguna oposición. Más tarde comprendí que lo que había sucedido ahí, era el Espíritu Santo, el que nos había indicado lo que teníamos que hacer.


Cambio de compañeros

Antes del mes de estar ahí, mi compañero recibió cambio, y recibí otro totalmente diferente. Este nuevo era tan cariñoso y amoroso, que cuando se entero de que era el cumpleaños de Daniel, le compro juguetes y regalos. Yo aprendí mucho del cariño y del amor de este misionero.

Un mes más tarde, mi compañero bautizo a esta familia. A mí me hubiera encantado hacerlo, pero era el cumpleaños de él y que mejor regalo que darle ese privilegio. Más tarde me entere de que en esa área, tenía como un año de no tener bautismos.

Yo permanecí unos cuatro meses más.  En una de nuestras reuniones de testimonios, este fiel hermano se levanto y conto lo siguiente. “El dijo que hacia como unos seis meses había perdido a uno de sus hijitos, el Pastor de su congregación  le dijo que el niñito no se salvaría porque no se había  bautizado”. El comento, “había estado orando mucho a mi Padre Celestial por ese dolor que llevaba adentro, y cuando los misioneros nos explicaron que la misericordia de Cristo tiene una influencia directa en estos casos, encontramos la respuesta que habíamos estado buscando”.

 

Un año mas tarde

Mientras yo estuve ahí, esta familia fue fiel. Luego me toco salir, y como al año asistí en la ciudad capital a una conferencia. En medio de la conferencia, escuche entre los propuestos para ser ordenados Elderes, el nombre de este hermano. Fue fácil para mí reconocerlo, y lo busque. Ahí estaba el mismo hombre sencillo y humilde parado para ser presentado a toda la congregación. A mí se me salieron las lágrimas. Mi compañero en ese entonces no entendió que estaba pasando, pero yo salí de aquella reunión fortalecido para conquistar mi segundo año como misionero.