Misión
El Salvador, San Salvador
Tuvimos el privilegio de servir bajo la dirección del Presidente Eddy L. Barrillas, en los años 1977/79, y hemos sido testigos de la obra de Dios en estas naciones.
MisiónTuvimos el privilegio de servir bajo la dirección del Presidente Eddy L. Barrillas, en los años 1977/79, y hemos sido testigos de la obra de Dios en estas naciones.
El área quedaba en el puro centro del a ciudad capital. Vivíamos con una señora ya grande y su sirvienta. La señora parecía que nunca se había casado y se notaba que tenía dinero. Aquí pude disfrutar de las buenas comodidades de la vida, teníamos buena comida, teléfono, agua caliente, etc. Y además éramos los líderes de zona.
De aquí, quisiera contarles más de una experiencia, porque creo que vale la pena compartirlas. El primer mes que llegue, mi zona tuvo tres bautismos. Yo me quede espantado, 18 misioneros con solo 3 bautismos. Mi compañero era el responsable del área y de la zona. Con el tuvimos buenas experiencias porque los dos en realidad éramos compañeros ya maduros en la Misión. Sentí la diferencia al trabajar con él. También teníamos la oportunidad de trabajar cada semana con diferentes misioneros, preparar giras, conferencias, trabajar con los líderes de distrito y por otro lado con los asistentes. Las reuniones con los asistentes eran en la casa del Presidente de la Misión. Esta fue la responsabilidad donde me sacaron más el jugo y donde se me requirió utilizar mejor mis talentos, que hasta en ese momento no sabía que los tenía.
Primera experiencia - Como era nuevo en este llamamiento, fui muy prudente al principio. Observaba cada movimiento de mi compañero y siempre me limite a no abrir demasiado la boca, aunque me moría por hacerlo, yo quería aprender lo más que pudiera antes de entrar en acción.
Mi compañero por sus múltiples responsabilidades muchas veces no se daba cuenta de que podíamos tener más éxito cambiando algunas cosas. Caminábamos mucho de un lado para otro. Con este trajín, me imagino que baje un poco de peso.
Era cansado y el éxito de encontrar y mantener nuestros investigadores era difícil, no lo podía juzgar a él, porque las responsabilidades eran demasiadas. Yo seguía sufriendo en silencio. Pasado un mes, al fin me pregunto qué pensaba de la obra. Con un mes ya me sentí autorizado para hablar. Le dije que no bautizábamos porque estábamos aislados de los miembros. Que nuestro llamamiento era fuerte y que lo primero que tendríamos que hacer es compartir y buscar el apoyo de ellos.
Algo que admiro de los americanos, es que ellos saben escuchar, y así sucedió, me escucho y le dio crédito a mis sugerencias. Por un buen tiempo sentí la responsabilidad de mis palabras. Siempre oraba en silencio para que pudiéramos tener éxito. Buscamos a los miembros, especialmente a aquellos donde solo uno de ellos era converso. Y así encontramos a la primera familia que vale la pena mencionar.
Solo ella era la miembro de la Iglesia. Tenía poca fe de que su marido se pudiera convertir. Le dijimos que íbamos a regresar cuando él estuviera para invitarlo a escuchar el evangelio. El acepto, le empezamos a enseñar, después no supe mucho de él. Yo lo podía ver con mucha irregularidad, a mi me tocaba salir a las demás aéreas a trabajar distrito, mi compañero que generalmente permanecía en el área les seguía enseñando.
Me regocije cuando supe que había aceptado bautizarse. Cuando le preguntaron que si tenía preferencia por quien quería ser bautizado, mencionó mi nombre. Para mí fue una sorpresa. Yo manteáis un secreto que no quería bautizar a nadie. Pensaba que si mis compañeros efectuaban las ordenanzas podrían mantenerse más motivados, además no tenía mi ropa blanca y así estaba yo feliz. Pero ahí la solicitud fue directa, y no me pude negarme. Después de efectuar la ordenanza por él, me arrepentí de no haber bautizado mas, el sentimiento de participar en esta ordenanza me dejo como nuevo. Es sin lugar a dudas disfrutar el fruto de nuestra propia cosecha.
La relación con este nuevo hermano aun está viva en mi corazón. Recién relevado, regrese al Salvador a bendecir a uno de sus hijos. El nombre que le dieron fue de Billy, el mismo nombre que yo recibí de otro misionero.
Después el se fue a vivir a Guatemala. Le visitamos varias veces en Amatitlan. Y verle a él y a su familia siempre fue motivo de alegría.